#MeSacoElRodete

#MeSacoElRodete

Hace un tiempo que vengo hablando de sacarse el rodete, como una metáfora de liberación. Los que me siguen en Instagram lo saben bien. No tiene que ver, solamente, con una cuestión de belleza, también tiene que ver con el amor propio y con hacer lo que se te venga en gana, por lo menos, cada tanto. Podés «sacarte el rodete» subiéndote a un avión con diez amigas, destino Rio de Janeiro, y tomarte una caiporoska en la playa todas las tardes; también podés sacarte el rodete dejando a tus niños en lo de los abuelos para vivir una noche romántica y dormir hasta el mediodía sin remordimientos. Sacarte el rodete también es tomarte un taxi cuando te da fiaca caminar o irte al cine sola con un balde de pochoclos entre las piernas. Es decir que no, cuando tenés ganas de decir que no, y también es ponerte linda, mirarte al espejo y que te guste la imagen que te devuelve. Es encontrar en qué sos buena y mostrarlo, y aprender a descubrir tus fortalezas y no sólo mirar tus debilidades. Todas somos buenas en algo, todas tenemos algo lindo que mostrar y de lo que estar orgullosas. Sacarte el rodete es dejar de cambiarte la raya del pelo escondiendo las canas y, de una vez por todas, pasar por la peluquería para taparlas. Nunca hay suficiente tiempo, ¿no? Pues buscalo y hacé lo que tenés que hacer. Es comerte ese combo de Mc Donald´s sin pudor, con la misma pasión que se lo come tu hijo. Me pasa de ver madres comiendo con sus hijos en este lugar de comida rápida, pero muchas elijen la ensalada. Siempre pienso si la elijen porque les copa o porque no da que una madre se coma un combo. Sacarte el rodete es mostrar las piernas, si las querés mostrar; y clavarte un escote, si se te da la gana. Es un poco burlarte de la mirada ajena. Cómo pesa, a veces, lo que puedan pensar los demás. Tanto pesa que puede llegar a cortarte las alas, y hacerte pedir la ensalada, por ejemplo, cuando lo que querés, en realidad, es la hamburguesa con papas.

Pero sacarte el rodete también es encerrarte en el baño con auriculares puestos para pintarte las uñas, hacerte la dormida cuando el niño se despierta a las 4.37 am y compartir una botella de vino cuando, por fin, las criaturas se entregaron al sueño. Saber que es posible sacarse el rodete adentro de casa es, como mínimo, un alivio.

Un rodete, en sí mismo, es mucho más que una mata de pelo amontonado, desordenado y atrapado en una gomita. Hay mucho más que pelo atrapado ahí. Hay deseos que se postergan, hay necesidades que nunca tenés tiempo de satisfacer, hay sueños que no trabajamos por cumplir. En un rodete se amontona pelo pero también tensiones, angustias y miedos. Deshacerte de ese rodete, de vez en cuando, es mucho más que soltarte el pelo. Es animarte, es pensar un poco más en vos, es reírte a carcajadas y es tomarte un recreo. Es descomprimir. No digo que la vida se transforme en un viva la pepa, pero el problema de no sacarte el rodete nunca, es que un día vas a estallar porque tu hijo volcó un vaso, y todo lo comprimido va a volar por las aires -como el vaso- en forma de bomba atómica.

Hoy te propongo que empieces a poner en práctica el #MeSacoElRodete, con cosas pequeñas o grandes, lo que tengas a tu alcance. Soltate el pelo, revoleá la melena. Por vos, por ellos, por todos. La vida es mucho más linda sin ataduras. Las del pelo, las de la mente y las del alma también.

Post Anterior Siguiente Post

Quizás también te guste

sin comentarios aún

Dejame tu comentario