#MartesDeRelato

PANZA LLENA Y CORAZÓN CONTENTO

La cita era al mediodía en Martínez en un lindo jardín para
que los chicos corran, jueguen y descarguen en contacto con la naturaleza. Un
grupo de amigas y sus hijos con la única consigna de pasar una tarde amena,
comer rico y –lo más importante- charlar, chalar y charlar.  Un encuentro sin pretensiones ni motivos
reales, algo espontáneo que, siempre, termina siendo mejor que lo planeado. Juntarse
con amigas es entrar en comunión con personas que una conoce de toda una vida,
en donde se comparten códigos, se habla “el mismo idioma”, las realidades se conectan
y se comparten, las alegrías se multiplican y los dolores duelen menos.
Encontrarte con amigas y sus hijos es sentirse acompañada, es hablar con quien
está pasando por lo mismo que una y darte cuenta de que no estás sola, es
olvidar las preocupaciones y dar paso a la risa, es abrir tu corazón sin que
nadie te juzgue, es recordar viejos tiempos e imaginar los que vienen. En estas
reuniones hay algo especial en el aire, una puede ser una misma, sin tapujos,
hablar sin miedo, confesar miserias y encontrar escucha, contar dudas y recibir
empatía, hablar en voz alta, emocionarse, darte cuenta de que los años pasan y
los hijos van naciendo pero que la esencia sigue igual. Con algunas marcas y experiencias a cuestas, pero seguimos siendo las mismas adolescentes con uniforme y toda la vida por delante.
Me gusta saber que de estas juntadas me voy con el pecho
inflado de tanto reírme, con el recuerdo intacto de historias que se hacen
presente en forma de anécdotas, con la emoción de reconocernos en nuestros
hijos, que hoy juegan juntos como nosotras alguna vez; con la panza llena y el
corazón contento por tener amigas de verdad, tan distintas y tan parecidas
entre sí, cada una aportando lo suyo. Brindo por estos encuentros en donde la
magia es nuestra invitada de lujo.
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