#MartesDeRelato

ANTES DE TENER HIJOS

Antes de tener hijos mis hijos se iban a llamar Simón, Segundo, Vicente y Mora. Pobre, pensaba que iba a tener cuatro hijos, ¡cuatro! También pensaba que jamás iba a engancharme con una película infantil, y una tarde terminé llorando a cántaros con Toy Story 3. Cuántas cosas imaginamos antes de tenerlos, ¿cuántas de esas cosas se hacen realidad?

Antes de tener hijos pensaba que me iba a costar tener hijos y después me sorprendí de lo rápido que fue, aunque no me amigué con la idea hasta un tiempo después. Estaba convencida de que durante el embarazo iba a engordar nueve kilos, según el famoso «kilo por mes», pero terminé con 14 kilos arriba sin poder creer el número estrafalario que anunciaba la balanza. Creía que ser mamá no podía ser tan difícil según lo que me contaban las otras mamás, pero el día que llegamos a casa sentí el miedo más irracional que jamás había sentido y entendí que muchas de esas otras mamás no me estaban diciendo la verdad. También creía que mal dormida mi humor iba a vivir malhumorado, hasta que un domingo me hizo reír a las 6,50 am y supe que era capaz de sonreír al alba y aunque casi no hubiera dormido. Y un domingo. Pensaba que mis hijos no iban a ver tele hasta los 2 años hasta que me di cuenta de que, si la prendía, podía bañarme, peinarme y vestirme, todo de un tirón, y ni lo dudé. Pensaba que a los tres meses ya lo iba a pasar a su cuarto, y era el mes 8 y todavía seguía durmiendo al lado mío.

Antes de tener hijos jamás se me iba a caer un hijo de la cama, y un día sucedió, en una milésima de segundo que me di vuelta, y volví a sentir ese miedo irracional del día que entramos en casa y empezaba, formalmente, mi nueva vida. Estaba segura de que no iba a escucharlo cuando se despertara de noche «porque duermo como un tronco», y cuando se lo dije a la puericultora, me miró, sonrió con un dejo de pena y me acarició la cabeza. Ella sabía que sí iba a escucharlo. Y tenía razón. Algo se activa adentro de una que hace que el sueño mute y que seas capaz de descansar, aún con un ojo abierto, una oreja parada o un brazo a 90 grados. Estaba segura de que a los pocos meses iba a querer volver a sentarme con el teclado y escribir notas, pero después me di cuenta de que no me daba la cabeza, como si las neuronas estuvieran dormidas.

Antes de tener hijos pensaba que no iba a hacer falta levantar la voz, hasta que un día me encontré pegando un grito en plena calle; antes de tener hijos veía problemas donde no los había pero después me di cuenta de que ésos, en realidad, no eran problemas. Antes de tener hijos pensaba que, cuando los tuviera, mi vida iba a cambiar para siempre, y esto fue en lo único que no me equivoqué. Hubo un segundo en que mi vida cambió para siempre, ese segundo en que empecé a querer a otra persona, muchísimo más que a mi propia vida.

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