#MartesDeRelato

CUANDO MAMÁ NO ESTÁ

Ya estoy de vuelta por estos pagos y el reencuentro con mi versión de mamá tuvo abrazos y alboroto pero también algunas líneas de fiebre que me sonaron a reclamo. Cuando mamá no está, duermen de corrido y sin mamadera, no hay berrinches ni peleas, pero cuando mamá vuelve también vuelve la normalidad, esta vez con el plus de frentes calientes, miradas de reojo y pases de factura. Cuando mamá no está estos tres se transforman en los tres mosqueteros, porque son todos para uno y uno para todos; aunque también se parecen a los tres chiflados porque todo es un viva la pepa. Cuando mamá no está la ropa no combina, nadie les pasa el peine fino y las camas no se hacen. Se falta al jardín, la comida es más improvisada y de postre hay chocolate. Por algunos días su estructura se desestructura. La de ellos, pero la mía también. Me olvido de las galletas de arroz ‘simil telgopor’ y elijo huevos revueltos para desayunar. Si quiero, repito el café. Duermo en esas camas de hotel que destilan como un somnífero especial, y me abrazo a esas almohadas que me hacen creer que estoy en el mismísimo cielo abrazando a una nube. ¿Qué tienen las camas de hotel? ¿Eh? La mía no es así, y mi almohada menos.

Cuando mamá no está se saca el rodete y camina sin bártulos ni rumbos precisos por callecitas ajenas que se vuelven propias en cuestión de segundos. Puede caer en la trampa de darse vuelta al primer grito de ‘mamá’, como me pasó con ese niño que lloraba en el shopping mientras su mamá revisaba percheros de ropa de mujer, con cierto grado de desesperación. Me di vuelta cuando lo escuché llorar pero después me acordé de que esa otra versión de mí misma había quedado del otro lado de la Cordillera. ¿O será que es la única versión que nos acompaña siempre? Porque podré sacarme el rodete, pero esa versión la llevo tatuada en las entrañas. Atraviesa océanos y también cruza cordilleras. Cuando mamá no está salen a la luz esas otras versiones que la definen pero también florecen las otras versiones de ellos mismos. Ese aire que se forma en el medio, a veces, es necesario.

Si una sabe encontrar esos momentos de placer, los estamos alentando a que también encuentren aquello que les da placer. Si les mostramos que tenemos alas para volar, ellos sabrán volar cuando les toque hacerlo. Está bueno que vean que hacemos cosas que nos gustan y que, esas cosas, a veces, no tienen nada que ver con ellos. Si tenemos ilusiones, pasiones y deseos, les enseñamos a ellos, que nos están mirando, a que también tengan ilusiones, pasiones y deseos. Y también les estamos enseñando que pueden estar bien, aún cuando mamá no está.

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