Un poco de vergüenza me da, dar a conocer esta foto que me robaron mientras practicaba una córeo que hacemos en zumba, pero, des-pa-cito, bailando empiezo a perderla. A la vergüenza digo.
Cuando llego y me desprendo de mi mochila, también es como desprenderme de las otras, las mochilas emocionales, que no son tan fáciles de sacarse de encima. Entonces escucho la música y es casi como habitarla, como si ella y yo fuéramos una sola cosa, y enseguida me bajo del ritmo con el que vengo y me subo al suyo.
Cuando intento ordenar los pasos de baile, también ordeno mis ideas y cuando por fin coordino manos y pies, también coordino mis pensamientos. En zumba transpiro angustias, elimino toxinas pero también broncas, zapateo mis miedos y le hago un meneaito a la mirada ajena. Cuando salto, porque la córeo así lo indica, también salto para esquivar obstáculos, y cuando toca aplaudir es como si estuviera aplaudiendo mis aciertos. Cuando la música me invita a cerrar los ojos también los cierro para aprender a e s t a r en ese aquí y ahora que a veces cuesta, y cuando voy para la derecha y todos van para la izquierda, aprendo del error. Cuando revoleo el pelo también revoleo mis inseguridades y cuando doy la vuelta también doy vuelta páginas que ya no quiero escribir más. Cuando Caro, la profesora, me arenga para que estire bien los brazos, también me arenga porque sabe que puedo dar más, en esa pista de baile, y cuando salgo de ahí también. Cuando canto las canciones también canto mis penas, porque escuché por ahí que las penas se van cantando; y cuando sacudo las caderas de paso sacudo algunas culpas. Al final, cuando elongamos, también elongo mis trabas mentales y no sólo los músculos quedan más relajados, la mente también.
Entonces me voy más liviana, y no por haber quemado calorías. Salgo con el rodete y la frente en alto, un poco desalineada pero con mis planetas bien alineados y el humor florecido. Con el cuerpo y las emociones trabajadas, mis dudas pisoteadas y mis alegrías reforzadas. Después de bailar, des-pa-cito, los problemas se van achicando y las prioridades ordenando. Pierdo un poco la vergüenza, me olvido del celular, de alguna que otra preocupación y hasta de mis hijos, para encontrarme a mí, en esta cita bailada conmigo misma.
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