#MartesDeRelato

LO ESTÁS HACIENDO BIEN

Hoy te pregunto qué infancia te gustaría que tengan tus hijos y si se la estás dando. Así, sin vueltas.
Te pregunto qué recuerdos tenés de tu niñez y cuáles son los recuerdos que soñás que tus hijos tengan de su propia niñez. ¿Qué cosas se cuelan en esos recuerdos? Olores que todavía tenés impregnados en la punta de la nariz, voces que a veces volvés a escuchar en sueños, canciones que nunca olvidaste, objetos que cuentan historias, colores que acarician, miradas que hablan, ausencias que aún duelen, palabras que repiquetean como eco. Todos convivimos con recuerdos de infancia, algunos están más al alcance, otros están dormidos. Están los que reconfortan y los que duelen. Todos volveríamos un rato a aquellos años remotos y cambiaríamos alguna pieza de lugar, resolveríamos asuntos que aún no están cerrados o daríamos abrazos que nunca dimos. No hay manera que en las historias de infancia no haya luces y sombras, no hay forma de que podamos volver atrás; pero sí está en nuestras manos- hoy, ya, ahora- que la luz de sus infancias le gane a las sombras.

No hace falta que estés todo el día con tus hijos. Si lo hacés, no sos mejor que la que se va todo el día a trabajar, eh. No te equivoques. Tampoco hace falta que coman pollo y huevos orgánicos, tal vez de grandes recuerden las pizzas de los domingos con la mano y en familia. Quizás no importe tanto el destino de los vacaciones, ¿te pusiste a pensar que los recuerdos del viaje, de las canciones que sonaron y de los sandwiches que se comieron en el auto, pueden ser lo que quede grabado en su memoria? En una de esas, la manera en que lo despertaste el día de su cumple tenga más peso que el regalo que le diste, o el cuento que le leíste a la noche borre el hecho de no haberte visto en todo el día. A veces no hace falta tener la crema de moda, esa que alivia los dolores, seguro que un abrazo tuyo lo cure más rápido. Qué importa que se ensucie la ropa si lo que cuenta es lo que lo llevó a ensuciarse. De eso seguro no se olvida.

Lo buenísimo de todo esto es que mientras haya vida, nunca es tarde, estamos a tiempo. Qué alivio saber que, en realidad, no necesitan grandes hazañas, necesitan pequeñas cosas, esas que vos te acordás de tu infancia. Tranquila, no te compliques, lo estás haciendo bien.

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