#MartesDeRelato

NO ME ARREPIENTO DE ESTE AMOR

El jueves cumple años este hombrecito de boina, el que habla con la mirada y el que se le arruga la pera cuando llora. No llora con ruido, llora con lágrimas gordas, pulposas y abundantes. Igual que yo, tremenda grandulona. Cada vez que llora yo siento que alguien me mete la mano por el tórax, esquiva las costillas, me agarra el corazón y lo manosea, lo aplasta y lo deja así, medio machucado. Va a cumplir 6 y todavía no aprendí a endurecer mis emociones en este sentido. Creo que moriré blanda, qué se le va a hacer. A los hijos se los quiere por igual, ni un gramo más ni un gramo menos. Una entregaría cada órgano del cuerpo, incluso un corazón machucado, pero él me estrenó como mamá y eso no se borra con nada.

Al principio fui una mamá contracturada y extremadamente culposa. Lo de culposa sigue siendo igual. Pucha, qué dificil es sacarse la culpa de encima. Si pudiera la agarraría del cogote -a la culpa- y la apretaría hasta asfixiarla. «Fue un accidente», diría cuando me pregunten. Listo, chau culpa.  Pero ya no soy tan contracturada. Eso fue al principio nomás, fue el primer golpe de realidad que me estaba diciendo «bueno nena, ahora tenés un hijo, eh, ponete las pilas». Me dolió ese golpe, más bien tenía muchísimo miedo de fallar, pero por suerte es verdad eso de que «todo pasa», aunque esta frase tan usada me aburra tremendamente. Pero es una frase sabia. Porque todo pasa. Y esto es un alivio.

Siento que los primeros hijos nacen con la desventaja de tener madres sin experiencia, miedosas, torpes, contracturadas y con olor a alcohol en gel. Para el primero también es un golpe de realidad conocer este lado del mundo y ver, mientras está acostado en un moisés, a una señora de rodete y ojeras, con ojos vidriosos de emoción, de amor, de incertidumbre y de cansancio, pero sobre todo de amor. Que lo mira a cada rato, de día y de noche, que chequea si respira y que lo alza con cierta tensión en sus movimientos. A veces no le agarra el cuello y la cabeza bambolea de acá para allá. Pobre, el primero. Una mamá que tararea y desentona canciones de cuna y que se mueve al compás para encontrar un sueño que no llega. Que le habla con un tono de voz agudo y que ante la duda dice ajó. Una mamá que llora casi tan fuerte como él con cada cólico y que se desborda con algo tan mundano como un pañal explotado que ensució hasta las sábanas. En realidad no sé si es una desventaja o un beneficio. Porque entonces es como si dos almas nacieran juntas, de la mano, haciendo alquimia, aprendiendo la una del otra, moldeándose a su antojo.

Van a ser 6 años de este amor alborotado. Perdón por todas esas veces que te abrigué cuando era innecesario o que te dejé las medias puestas por miedo a que te resfríes. No sé si te acordás de las calabazas pisadas sin tanto gusto que te daba cuando empezaste a comer. Alguna que otra vez te quemé sin querer. Perdón por eso también. Y por todas las veces que deposité en vos mis enojos y mis miedos y que te pedí cosas que todavía no podías darme. El jueves son 6 años de este amor. No me arrepiento de este amor.

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