#MartesDeRelato

¿SINO CUÁNDO?

El cielo se empezó a poner oscuro y amenazante entonces les propuse entrar a casa y jugar adentro. En cambio, ellos propusieron lo contrario. Calzarse las botas de lluvia y salir a esperar la tormenta. Mientras se divertían chapoteando entre los charcos que de a poco se iban formando; pensé en ponerle fin a esta poética escena, entrarlos, cambiarles la ropa y jugar puertas adentro. Pero hubo algo que me frenó, quizás Pepe Grillo o la voz de mi conciencia, y en vez, calenté agua para el mate y me senté en la galería a disfrutar de verlos disfrutar. Si no lo hacen ahora, ¿cuándo lo van a hacer?

Este es el tiempo de enchastrarse abajo de la lluvia, de cazar panaderos para pedir deseos o de meter el dedo en la torta cruda. ¿Sino cuándo? Con el tiempo van a domesticarse y apagarse, van a empezar a sentir vergüenza, la mirada ajena les va a empezar a pesar y la propia dejará de ser tan amable. Cuando crezcan, ya no van a poder estar siempre descalzos, Papá Noel se va a parecer mucho a su papá y el arroz les va a parecer más rico con aceite de oliva que con ketchup. Es ahora cuando una luna llena o un arcoiris son espectáculos extraordinarios, más adelante ni los van a mirar. Es hoy cuando trepar el ombú es la mejor de las aventuras y llegar bien alto con la hamaca es el más divertido de los desafíos.

¿Por qué ellos preferían mojarse y yo elegí correr bajo techo?¿Cuál es el día en que dejamos de bailar y cantar abajo de la lluvia? ¿Cuándo es que empieza a molestarnos y corremos para evitarla? ¿En qué momento un cielo negro deja de ser una oportunidad para convertirse en un problema? No sé cuándo habrá sido, pero sí sé que ese día crucé la frontera, ésa que separa la magia de la niñez; de la cotidianidad de la adultez. Es ahora cuando la lluvia es socia, aliada y compinche. ¿Sino cuándo?

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