Con sus casi 11 meses, Blas se empieza a animar a dar algún que otro paso. En esta etapa de «escurridizo» no puede quedarse quieto y se la pasa observando a su alrededor con ojos grandes y vivarachos en la búsqueda de alguna aventura. Ya no puedo cambiarle el pañal sin que se quiera dar vuelta para escapar, apenas puedo pegarle esos abrojitos porque es como si su cuerpo le pidiera no parar. Cambiarlo se convirtió en una odisea, creo que le parece lo más aburrido del mundo estar acostado en un cambiador mientras esta mamá le canta canciones inventadas y sin sentido, ¡pero con mucha onda, eh! Tampoco quiere estar a upa, él quiere tener libertad de movimiento. Se para, se sienta, trepa, sube, baja, se golpea, sigue, toca, prueba, abre, cierra, entra y sale. Y así todo el día. Ya tiene algunos chichones y moretones en su haber, pero nada parece detenerlo.
Creo, con algún ribete melancólico, que este chico ya desplegó sus alas. Descubrió un mundo allá afuera, al aire libre, cerca del pasto, y no le dan las patas para querer andarlo. No sé si tiene que ver con ser mamá de varones, quizá las madres con hijas mujeres vivan otra historia, o quizá no; no sé lo que es tener mujeres, pero sí sé lo que es tener dos indios salvajes sin miedo a nada y con hambre de llevarse el mundo por delante, desde tan chiquitos. Hoy no puedo despegarle la mirada de encima, porque si lo hago por apenas 5 segundos, cuando vuelvo a mirar él ya no está donde estaba, sino del otro lado de la casa chupeteando una cebolla que robó del cajón de verduras o abajo de una mesa persiguiendo algún bichito que entró de tanto abrir y cerrar la puerta.
Por estos días estoy aprendiendo a que convivan en armonía el sentido de la vigilancia sobre un bebé que comienza a explorar el mundo y que desconoce el peligro; y esa voz que me dice que lo deje ser, que no le corte las alas y que no le transmita mis miedos. En eso estoy, tratando de encontrar ese equilibrio, bailando entre el yin y el yang, sin sobreproteger pero sin descuidar, estando presente, no demasiado cerca pero tampoco demasiado lejos. Este bebé ya empieza a dejar su huella, y espero que siempre sea así, decidido y perseverante, seguro y sin miedo. Ojalá que nunca nada lo detenga, tampoco esos chichones y moretones…
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