Ésta es la última foto que me saqué embarazada, exactamente hace un año, un 29 de septiembre de 2015, momentos antes de que Blas saliera al mundo y se acabara su danza de 40 semanas en mi panza. Hoy cumple años nuestro segundo milagro, hoy es un día especial. Y hablo de milagro porque, definitivamente, es la palabra que mejor se ajusta para definir lo que significa dar vida. Todavía no lo termino de entender bien, no sé si alguna vez lo entenderé, a esto de dar vida, a esta capacidad que tenemos las mujeres de crear adentro nuestro a una persona y después, cuando todo está listo, traerla al mundo. Lo pienso una y otra vez, y me parece algo poderoso, tan mágico como misterioso y extraordinario.
Esa mañana me desperté muy temprano, ya no podía dormir bien. No era sólo la incomodidad; la ansiedad también ganaba terreno. Por fin iba a conocerle la cara, esa cara que tantas veces había imaginado. Después de un desayuno de a tres en la cama, lo llevé a Cruz al jardín y, antes de irme, me agaché, le di un beso y un abrazo que duró un poco más de lo normal. Sabía que era el último beso y abrazo de hijo único, sabía que su vida iba a cambiar igual que la nuestra. Le dije que había llegado el día del que tanto habíamos hablado, el día en que conoceríamos a Blas. La maestra se lo llevó cariñosamente de la mano y yo me quedé mirándolo. Antes de perderlo de vista él se dio vuelta para mirarme una vez más, y yo estaba ahí.
A las 14.09 de ese día lo escuché llorar por primera vez. Un llanto fuerte, vigoroso, lleno de vida. Si cierro los ojos hoy puedo volver a escucharlo tal cual. Una mata de pelos desordenados, unos ojos achinados y unos brazos abiertos en un cuerpo algo morado; esto fue lo que vi, la primera vez que lo vi. Y me lo llevé a mi pecho, y lo sentí calentito y resbaladizo, y le dije algo que no me acuerdo, y él se calmó. Todo era vida en ese lugar a las 14.09. Había vida en el laberinto perfecto de su oreja, en sus pestañas pegoteadas, en sus dedos largos y en esos ojos que me miraron, como reconociéndome. ¡Feliz cumple, Blas! Ya no estás más adentro mío, pero estás más adentro mío que nunca.
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