#MartesDeRelato, #MeSacoElRodete

LA CICLOTIMIA DEL RODETE

Un rodete no dice nada o dice mucho, depende de cómo lo mires. No hablo del rodete de las azafatas, ni de las bailarinas ni de las enfermeras. Siempre las miro con una cuota de envidia. ¿Cómo puede ser que no se les escape ningún pelito? Todo el asunto bien prolijo, tirante, impecable. Cuando la azafata me cuenta dónde están las salidas de emergencia y cómo se pone la máscara de oxígeno, mis ojos se van directo a sus rodetes altaneros y me pierdo ahí, en esos pelos contenidos, como tratando de descifrarlos. No escucho nada. Que nunca me pase de tener que salir de emergencia de un avión porque ni idea. Pero yo quiero hablar de los otros rodetes, del que tenés puesto vos o yo. Los que no se atan con productos para el pelo ni hebillas, los que no se hacen frente a un espejo, los espontáneos, los que son tirantes pero desprolijos. Esos rodetes que no compiten con otros. Que no se usan para seducir. Estos rodetes hablan. Esa espiral de pelo que se comprime, que se encarcela, esa mata desordenada y abultada que se reprime. ¿Sabés lo que se esconde atrás de tu rodete?

La relación entre las madres y el rodete es tensa y pasional desde antes de Cristo. Es un vínculo ciclotímico: lo necesitamos, acudimos a él por las noches, con los ojos cerrados, en las penumbras de las madrugadas y en los bostezos de los madrugones. Si amagás a sacarte la gomita de la muñeca para armarte uno y no la tenés es un problema. Pero las madres somos expertas en sortear obstáculos. Si no hay gomita te hacés un nudo igual. Así como nos hace falta, también queremos deshacernos de él. Ahí radica la ciclotimia del rodete. Podrán argumentarme que un corte de pelo como el de Araceli en los 90 es la solución. Pero es que las madres son con rodete porque hay algo en la posibilidad de atarlo y desatarlo que nos provoca adrenalina. El rodete esconde pelo amontonado pero también montones de necesidades que se postergan, deseos que se quedan dormidos, sueños de libertad atrapados. Ponerse un rodete es como arremangarse el pelo para satisfacer necesidades ajenas que no tienen que ver con las propias. Es como poner primera y arrancar. Como sonarse los dedos antes de empezar a hacer algo. La magnífica posibilidad de soltarse la melena y sacudir la cabeza, es mucho más que llevar el pelo suelto. Es que se suelten también otro tipo de nudos. Los que no se ven. Cuando #MeSacoElRodete también me libero de los rodetes emocionales. Aquí es donde sucede la magia. Es un símbolo, una ceremonia, un ritual que trasciende a la definición de belleza. Lo bello por sí solo queda corto. Es lo bello mimetizándose con el reencuentro con una misma y con esas necesidades propias que guardamos en un cajón hasta poder sacarlas para hacernos cargo de ellas. Soltarse el pelo es liberación física y emocional. Es descomprimir. Se sacude la melena, y también se sacuden algunos miedos, dudas, angustias. Me suelto el pelo y también suelto enojos y mandatos.

El rodete de una madre no se parece al de las azafatas. Además de esconder emociones a veces esconde pedazos de banana. No lucen domesticados y herméticos, con los pelitos en su lugar. Todo bajo control. Los rodetes de las madres nunca tienen nada bajo control y, si pudieran hablar, dirían barbaridades así que mejor que no sepan hacerlo. Son rebeldes y desprolijos, sentimentales y pasionales. Ciclotímicos, amorosos, entregadísimos. Enamorados. Nunca subestimes uno de estos rodetes. Nunca jamás subestimes a una madre que se lo saca.

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2 comentarios

  • Comentar Pamela 2 octubre, 2019 at 10:20

    Jajaja que gran verdad, me hiciste reír y emocionar. No me corto el pelo porque sino me cuesta atar el rodete, es lo más práctico, no tengo que usar gomita y estoy siempre lista para armarlo y al final del día antes de entrar a mi sagrada ducha, soltar la melena. Nunca me había puesto a pensar en lo que significaba mi rodete hasta que leí esto y me sentí identificada. Genial, gracias!

  • Comentar Flor Otero 5 octubre, 2019 at 11:20

    Sos espectacular Mechi!

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