Cuando era adolescente había una novela de la tarde, de la cual era la fan Nº1, en donde alguna actriz escribía con aerosol en la pared de su cuarto la leyenda: NO QUIERO CRECER MÁS. Mis amigas del colegio se deben estar riendo al leer esto, ellas saben… Lo cierto es que esa frase, de la cual nos reíamos en nuestros años mozos, un día se me hizo realidad.
Desde hace no mucho, creo que cuando cumplí 30, no quiero crecer más. Me da vértigo ser testigo de cómo el tiempo vuela.Verme a mí misma madre de dos, ya confirma lo que digo. ¿Una especie de síndrome de Peter Pan? No lo sé, pero a veces quisiera frenar el paso del tiempo, suspenderlo, que todo se quede así como está, que los que quiero se queden conmigo para siempre, que mis hijos no se hagan grandes y un día «vuelen»- como el tiempo- y yo deje de ser lo más importante para ellos (aunque sé que es lo mejor que puede pasarles), que las canas o las arrugas no se conviertan en una amenaza y que los problemas no crezcan proporcionalmente a la edad. Hay días que quiero volver, sólo por un rato, a aquél tiempo en donde no había miedos ni preocupaciones, en donde nos creíamos eternos y las responsabilidades no eran tan grandes. Aquellos días en donde el reloj no nos corría y la vida era una inyección de libertad.
Pero después pienso que también es lindo este tiempo en el que vivo, de noches heróicas que se compensan con sonrisas matutinas, de risas inocentes que, a veces se extrañan cuando reina el silencio; de camas compartidas, de proyectos que ilusionan, de casas desordenadas y ruidosas, de niños que crecen sanos y fuertes. Este tiempo en donde la tarea principal, enorme y fantástica, es cuidar dos vidas chiquitas y hacer feliz a un compañero que vuelvo a elegir cada día.
Mi papá siempre me dice: disfrutá lo que estás viviendo hoy, esto mismo que te pasa, con todo lo bueno y lo malo, porque es la mejor etapa de la vida, una que nunca vas a olvidar. Y, pensándolo bien, tiene razón. Porque es en estos tiempos agitados y de cambio en donde una aprende a disfrutar al máximo, a vivir cada momento con intensidad, a sacarle el jugo a cada situación. Tiempos en donde una madura, se vuelve más segura, un tanto más reflexiva. Tiempos en donde entiendo mejor que antes qué quiero y qué no, a quiénes quiero tener cerca, quiénes me quieren bien y se alegran a la par mío con mis logros, en donde soy feliz con poco, como un rato para mí en la peluquería o una charla sincera con amigas, cerveza de por medio. Son tiempos en donde una va descubriendo de qué va la vida, una montaña rusa de emociones en donde se llora, pero también se ríe fuerte. Es hora de abrazar los años que se suman, entregarme a las experiencias que me toquen atravesar, disfrutar el hoy, ser feliz, ahora, con todo lo que tengo.Que no es poco.
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