Otra de las tantas cosas que aprendí con esto de la
maternidad es que una hace lo que puede. Al principio de este baile, insegura e
inexperta, no hacía lo que podía sino que me forzaba a hacer lo que había que hacer.
Tenía miedo de equivocarme en cada paso que daba, escuchaba consejos de otras y
trataba de incorporarlos y me hundía en la cantidad de información que circula
por Internet y las redes sociales. Con el tiempo entendí que eso no me hacía bien y que tenía que hacer mi camino, vivir mi propia experiencia. Me di cuenta de que hay que escucharse
más a una misma, a las corazonadas y al instinto de madre que nunca falla. No
hay fórmulas mágicas ni recetas exitosas, nadie conoce mejor a un hijo que una
misma, lo que a otra le funciona no tiene porqué funcionarme a mí, simplemente
porque cada bebé es diferente y las posibilidades de las madres también lo son. Cuando me di cuenta de qué es lo verdaderamente importante y lo que no lo es tanto, el día que caí en la cuenta de que yo soy la experta con mis hijos y que nadie sabe
mejor que yo lo que ellos necesitan, mi maternidad fluyó de otra manera.
maternidad es que una hace lo que puede. Al principio de este baile, insegura e
inexperta, no hacía lo que podía sino que me forzaba a hacer lo que había que hacer.
Tenía miedo de equivocarme en cada paso que daba, escuchaba consejos de otras y
trataba de incorporarlos y me hundía en la cantidad de información que circula
por Internet y las redes sociales. Con el tiempo entendí que eso no me hacía bien y que tenía que hacer mi camino, vivir mi propia experiencia. Me di cuenta de que hay que escucharse
más a una misma, a las corazonadas y al instinto de madre que nunca falla. No
hay fórmulas mágicas ni recetas exitosas, nadie conoce mejor a un hijo que una
misma, lo que a otra le funciona no tiene porqué funcionarme a mí, simplemente
porque cada bebé es diferente y las posibilidades de las madres también lo son. Cuando me di cuenta de qué es lo verdaderamente importante y lo que no lo es tanto, el día que caí en la cuenta de que yo soy la experta con mis hijos y que nadie sabe
mejor que yo lo que ellos necesitan, mi maternidad fluyó de otra manera.
Hoy hay tantas teorías en torno a la maternidad que, lejos
de motivar y de apoyar a quienes empiezan este camino, tan lleno de
satisfacciones pero también de miedos y dudas; lo único que hacen es confundir,
angustiar y desmoralizar. Si tuviste un parto natural sos una leona y una
madraza, pero si te tocó cesárea te miran con el ceño fruncido y te preguntan
porqué. Si das de mamar sos una poderosa y si no pudiste te miran con lastima y
hasta con cuestionamientos. Si practicás el colecho empieza la catarata de “lo
estás malacostumbrando” o “después no lo sacás más”; si lo tenés mucho en brazos
lo vas a malcriar y si lo dejás llorar lo estás traumando; si lo ponés a ver
tele lo perjudicás y si le das una vainilla para que se entretenga un rato, lo
estás alimentando mal. Que la rutina, que la crianza con apego, que el colecho,
que la hora sagrada o el parto respetado. Y la lista sigue. Hay demasiadas presiones
para una tarea que debería ser mucho más feliz y genuina. Hay exceso de información
en algo que debería ser más natural e instintivo. Lo cierto es que no hay
verdades absolutas, en este tema todo puede ser relativo. Pero, tristemente, hay fanatismos y prejuicios; se apunta con el dedo a quien lo hace distinto, por
elección o porque no le quedó otra. Claro que hay situaciones ideales y
soñadas, partos idílicos, lactancias sin inconvenientes y niños que duermen en
sus cunas toda la noche. Pero a veces no se puede elegir, a veces no hay opción
y, a veces, lo ideal no es amigo de lo posible.
de motivar y de apoyar a quienes empiezan este camino, tan lleno de
satisfacciones pero también de miedos y dudas; lo único que hacen es confundir,
angustiar y desmoralizar. Si tuviste un parto natural sos una leona y una
madraza, pero si te tocó cesárea te miran con el ceño fruncido y te preguntan
porqué. Si das de mamar sos una poderosa y si no pudiste te miran con lastima y
hasta con cuestionamientos. Si practicás el colecho empieza la catarata de “lo
estás malacostumbrando” o “después no lo sacás más”; si lo tenés mucho en brazos
lo vas a malcriar y si lo dejás llorar lo estás traumando; si lo ponés a ver
tele lo perjudicás y si le das una vainilla para que se entretenga un rato, lo
estás alimentando mal. Que la rutina, que la crianza con apego, que el colecho,
que la hora sagrada o el parto respetado. Y la lista sigue. Hay demasiadas presiones
para una tarea que debería ser mucho más feliz y genuina. Hay exceso de información
en algo que debería ser más natural e instintivo. Lo cierto es que no hay
verdades absolutas, en este tema todo puede ser relativo. Pero, tristemente, hay fanatismos y prejuicios; se apunta con el dedo a quien lo hace distinto, por
elección o porque no le quedó otra. Claro que hay situaciones ideales y
soñadas, partos idílicos, lactancias sin inconvenientes y niños que duermen en
sus cunas toda la noche. Pero a veces no se puede elegir, a veces no hay opción
y, a veces, lo ideal no es amigo de lo posible.
Una madre relajada y feliz es igual a un bebé relajado y
feliz. Cada una hace lo que puede y lo que le resuelve. Es tiempo de
despojarnos de los mandatos y del “deber ser”, de hacer oídos sordos y de
escucharnos más, de saber hasta dónde podemos y soltar lo que no pudimos, de
confiar en nosotras mismas, de no compararnos ni estigmatizarnos, de esquivar
la marea de información y los comentarios desacertados, de rescatar aquello que nos sirve. Sólo es cuestión de hacer foco en nosotros mismas y en
esa persona que trajimos al mundo, no importa cómo ni dónde. Creo que este es
el primer paso para una maternidad feliz: se hace lo que se puede y los de
afuera son de palo.
feliz. Cada una hace lo que puede y lo que le resuelve. Es tiempo de
despojarnos de los mandatos y del “deber ser”, de hacer oídos sordos y de
escucharnos más, de saber hasta dónde podemos y soltar lo que no pudimos, de
confiar en nosotras mismas, de no compararnos ni estigmatizarnos, de esquivar
la marea de información y los comentarios desacertados, de rescatar aquello que nos sirve. Sólo es cuestión de hacer foco en nosotros mismas y en
esa persona que trajimos al mundo, no importa cómo ni dónde. Creo que este es
el primer paso para una maternidad feliz: se hace lo que se puede y los de
afuera son de palo.
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