#MartesDeRelato

SE HACE LO QUE SE PUEDE

Otra de las tantas cosas que aprendí con esto de la
maternidad es que una hace lo que puede. Al principio de este baile, insegura e
inexperta, no hacía lo que podía sino que me forzaba a hacer lo que había que hacer.
Tenía miedo de equivocarme en cada paso que daba, escuchaba consejos de otras y
trataba de incorporarlos y me hundía en la cantidad de información que circula
por Internet y las redes sociales. Con el tiempo entendí que eso no me hacía bien y que tenía que hacer mi camino, vivir mi propia experiencia. Me di cuenta de que hay que escucharse
más a una misma, a las corazonadas y al instinto de madre que nunca falla. No
hay fórmulas mágicas ni recetas exitosas, nadie conoce mejor a un hijo que una
misma, lo que a otra le funciona no tiene porqué funcionarme a mí, simplemente
porque cada bebé es diferente y las posibilidades de las madres también lo son. Cuando me di cuenta de qué es lo verdaderamente importante y lo que no lo es tanto, el día que caí en la cuenta de que yo soy la experta con mis hijos y que nadie sabe
mejor que yo lo que ellos necesitan, mi maternidad fluyó de otra manera.
Hoy hay tantas teorías en torno a la maternidad que, lejos
de motivar y de apoyar a quienes empiezan este camino, tan lleno de
satisfacciones pero también de miedos y dudas; lo único que hacen es confundir,
angustiar y desmoralizar. Si tuviste un parto natural sos una leona y una
madraza, pero si te tocó cesárea te miran con el ceño fruncido y te preguntan
porqué. Si das de mamar sos una poderosa y si no pudiste te miran con lastima y
hasta con cuestionamientos. Si practicás el colecho empieza la catarata de “lo
estás malacostumbrando” o “después no lo sacás más”; si lo tenés mucho en brazos
lo vas a malcriar y si lo dejás llorar lo estás traumando; si lo ponés a ver
tele lo perjudicás y si le das una vainilla para que se entretenga un rato, lo
estás alimentando mal. Que la rutina, que la crianza con apego, que el colecho,
que la hora sagrada o el parto respetado. Y la lista sigue. Hay demasiadas presiones
para una tarea que debería ser mucho más feliz y genuina. Hay exceso de información
en algo que debería ser más natural e instintivo. Lo cierto es que no hay
verdades absolutas, en este tema todo puede ser relativo. Pero, tristemente, hay fanatismos y prejuicios; se apunta con el dedo a quien lo hace distinto, por
elección o porque no le quedó otra. Claro que hay situaciones ideales y
soñadas, partos idílicos, lactancias sin inconvenientes y niños que duermen en
sus cunas toda la noche. Pero a veces no se puede elegir, a veces no hay opción
y, a veces, lo ideal no es amigo de lo posible.
Una madre relajada y feliz es igual a un bebé relajado y
feliz. Cada una hace lo que puede y lo que le resuelve. Es tiempo de
despojarnos de los mandatos y del “deber ser”, de hacer oídos sordos y de
escucharnos más, de saber hasta dónde podemos y soltar lo que no pudimos, de
confiar en nosotras mismas, de no compararnos ni estigmatizarnos, de esquivar
la marea de información y los comentarios desacertados, de rescatar aquello que nos sirve. Sólo es cuestión de hacer foco en nosotros mismas y en
esa persona que trajimos al mundo, no importa cómo ni dónde. Creo que este es
el primer paso para una maternidad feliz: se hace lo que se puede y los de
afuera son de palo.
Post Anterior Siguiente Post

Quizás también te guste

sin comentarios aún

Dejame tu comentario