#MartesDeRelato

EL SEGUNDO

El segundo llega silbando bajito para acomodarse donde puede dentro de un equipo de tres que le estaba faltando una pizca de acción, alguien que sacudiera la estructura y aportara su aire nuevo. Desde su llegada, y antes de que pudiera abrir los ojos para descubrir este lado del mundo, hay alguien que araña el metro de altura y lo inspecciona tratando de entender quién es ese intruso que ahora roba las miradas y un tiempo que antes era sólo para él. «Mamá, Blas se queda acá en el sanatorio, ¿no?», fue la primera pregunta que me hizo cuando lo conoció. «Si acá lo cuidan bien, no tiene que venir a casa con nosotros». Mientras intenta descifrar qué está pasando, aprovecha y le mete el dedo en la nariz -a ver qué pasa- le tapa la boca con la mano y estornuda repartiendo pestes y gérmenes a la marchanta. Tirones de pelo, besos pegajosos y mordidas a escondidas que descubro más tarde por algún moretón alcahuete.

El segundo se la banca y se hace fuerte a la fuerza, desde el primer minuto. No conoce la exclusividad ni sabe lo que es una siesta en silencio. Espera paciente, en su cuna heredada, que alguien lo venga a rescatar. Ve la luz del sol antes del mes y aprende a defenderse antes de tiempo. Encara la vida un tanto reo y desalineado, le cosen la frente antes del año, conoce poco de comida procesada pero es experto en el arte de compartir. Más salvaje y avivado, el segundo viene más agrandado. Sin tanto reloj y rutina, aterriza con menos exigencias y pretensiones pero con muchas (¡tantas!) enseñanzas. Convive con la ciclotimia de un compañero de vida que a veces es aliado y otras enemigo, el que lo hace reír pero también llorar, y el que es su ídolo indiscutido.

Con el segundo, archivo el baby call y tiro por la borda el manual de instrucciones. Él me enseña la difícil tarea de reírme de mí misma y me obliga a amigarme con la imperfección. Aprendo que no puedo controlarlo todo y que hay cosas que es mejor dejar pasar. Pero sobre todo, descubro que el corazón es el único músculo que puede agrandarse el doble… en «un segundo».

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