#MartesDeRelato

Con V de ViVa la Vida

De los 43 músculos que tiene la cara humana, él llora con 40, mínimo. Se le forma como una V entre las cejas y abre la boca dejando descubrir su dentadura incompleta. No llora porque quiere upa ni porque tiene hambre, llora porque no quiere que nadie se me acerque. Nadie, ni siquiera su papá. No sé si esa V que se le dibuja en la expresión es la V de Víctima o de nadie se atreVa a tocar
a mi Vieja, pero quiero creer que a alguna mamá de varones que me lea por ahí le pasa algo parecido. Él tiene 1 año y ocho meses pero pareciera que ya tiene bien claras sus convicciones y no piensa compartirme. Un día nos dimos cuenta de cómo se le transformaba la cara cuando su papá se puso a hacerme masajes. Lo miró, me miró, lo volvió a mirar y se tiró al piso tapándose los ojos. Pataleo, llanto y drama. Creímos que tenía que ver con que estaba cansado, pero algunos días después repitió la escena cuando su papá me abrazó. Se metió en el medio con cara de catástrofe y nos separó. Un poco posesivo, el chiquito. Ahora entiendo porqué no quiere saber nada con su cuna. Él quiere estar ahí controlando todo. ¿Complejo de Edipo?

Mentiría si dijera que no me gusta esta situación. Un poco me creo mil cuando me doy cuenta de que me quiere sólo para él. Me divierten sus reacciones y me derrite con sus besos torpes y pegoteados. Ser persona especial para alguien es lindo. Y ser mamá de varones es éso. También es intenso, claro. Pero esa V entre sus cejas me recuerda que es Verdad que esto es parte de la Vida, que pasa de manera Veloz y que un día va a tener Veinte y va a Volar su propio Vuelo para Vivir su propia Vida. Ese día voy a querer una Varita mágica para Volver el tiempo atrás y Viajar a los días en que yo era su todo, pero ya va a ser tarde.

Sí, no duermo bien, tengo una mano que me palpa por las noches para confirmar que sigo ahí y también tengo unas ojeras tamaño baño. Mi espalda pide a gritos dioxaflex y él pide a gritos estar cerca mío. No sé a qué grito prestarle atención hasta que veo esa mirada llorosa y esos huecos de dientes perezosos que no quieren salir, entonces los 13, 250 kilos de amor, una vez más, ganan la batalla.

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