#MartesDeRelato

EL MUNDO SE FRENÓ

Hay mails que todavía no respondí y mensajes sin leer. Hay audios que no escuché y contenido que no escribí. Hay trabajo que no hice y fotos que no saqué. Hay personas esperando, como el de la imprenta que espera que le mande el libro listo para que por fin vea la luz. Hay listas de pendientes con pocos items tachados. Hay unas 47 cosas que dan vueltas en la cabeza. Hay un rodete bien anudado y un café servido que nadie tomó. Pero hay días que el mundo se frena. Para los demás sigue girando como si nada. Pero el de uno se frenó.

Este es un relato resfriado. Mil disculpas si mientras lo leés te salpica algún estornudo. A este relato resfriado lo escribo con una mano. Una pierna se concentra en hamacar un cochecito en el que duerme un bebé acunado por la voz tan particular de Kevin Johansen. Kevin le canta, Anoche soñé contigo y mientras escribo la tarareo. La vista se pasea entre la pantalla y ese hijo del medio que apoya su cabeza en la pierna que me queda libre y que tose como un bulldog fumador de 17 años medio malhumorado. Una mano escribe y la otra le rasca la cabeza. Cada vez que tose me duele físicamente a mí. La fiebre de anoche ya no está, pero sé que está merodeando. Me espera una madrugada como la de ayer, de paños fríos, de juguitos que curan, de tos que duele y de amaneceres antes que el sol.

Las madres tenemos muchos dones como el de adivinar que un hijo está enfermo tan solo con mirarlo de lejos. Podemos arriesgar un 38.9 y darle en la tecla. Todo sin tocarlo. Sus ojos vidriosos y caídos lo delatan. Si de sus ojos siempre sale luz, cómo no me voy a dar cuenta. Las madres también tenemos la gracia de pensar, escribir, hamacar, tararear, rascar y cuidar, mientras esas 47 cosas siguen dando vueltas en su cabeza. Todo junto al mismo tiempo sin haber dormido y sin haber tomado su café. Saben sobrevivir a ese mundo frenado mientras el de los demás sigue girando y esquivar esos pendientes que ante un hijo enfermo se desinflan como un globo, explotan por el aire como una piñata de cumpleaños llena de caramelos. Cuando los hijos se enferman todo se ve diferente. Es que el mundo se frena.

Días como hoy me refrescan esta idea que a veces se me olvida y que tiene que ver con el poder de la mujer madre. Ese poder del que no tenemos del todo conciencia hasta que nos toca desplegar nuestra magia, como la de hacer tantas cosas diferentes al mismo tiempo y ser eficiente en cada una de ellas. Que este don no se nos olvide en el transcurrir de los días, que esta elongación fantástica de poder estirarnos, física y emocionalmente, no se dé por sentada. Que a nadie se le ocurra subestimarnos. No lo hagamos nosotras mismas tampoco. En días como hoy todo vuelve a cobrar el sentido que se merece, mi eje corrido se ubica otra vez exactamente donde tiene que estar, mi ego se queda dormido, las prioridades se ponen en fila de mayor a menor y me río de lo que ayer me preocupaba. En este martes resfriado pienso que no está tan mal que -cada tanto- ese mundo que gira tan acelerado frene de golpe, nos de un sacudón que despabile las prioridades y nos muestre dónde es que está lo más importante.

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